Si aquella tarde me hubiera dado cuenta antes de lo que sucedía Velvet aún seguiría conmigo, y yo seguiría pasando horas delante del espejo imitando a Lizza Minelli, porque solo velvet me transportaba a su actuación.
Recuerdo el día que lo compré. Hacía muchísimo calor. Paseaba con Dan por Barcelona y entramos a una tiendecita que hay situada en un callejón, tocando a la universidad de filosofia y geografía. Hay un probador precioso y las viejas ropas se van renovando. Tiene gracia, comprar algo que fué de alguien. Me encanta porque luego, cuando lo llevo puesto, me siento que llevo algo ajeno y pienso que esa persona podría estar allí, mirándome, desde el otro lado de la calle y pensando: anda, pero si eso es mio! nunca entendere el por qué la gente vende sus cosas. Pero si las cosas materiales son las únicas que vencen al tiempo! luchan contra las horas y permanecen siempre tal y como están. Lo que cambia es nuestra percepción de ellas! Esta bien, decía que paseaba con Dan y nos paramos allí. Y en un estante de madera antigua y carcomida, con vidrios llenos de polvo vi a Velvet. Abrí la vitrina y lo saqué de la estantería. Lo observé, me enamoré y me lo puse en la cabeza. Desde entonces me acompaña. Pagué veinte euros por él. No me ha hecho coger piojos nunca y ahora es mio. Está siempre encima del trípode y lo uso los días lluviosos ahora en verano porque hace calor, pero en invierno cuando vuelva a la universidad me lo pienso llevar conmigo a diário.
Louise
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